lunes, 16 de noviembre de 2015

Los Cuentos de Zambrano: El Curandero



El Curandero
Por José Antonio Zambrano.



Me contó una amiga coriana, de la península, que hace un tiempo atrás, su sobrino de unos 7 años de edad estaba enfermo de cadillos.

Los cadillos son unos nudos circulares duros que salen en la piel. Nacen pequeñitos, pero van creciendo en diámetro poco a poco y sobresalen feamente del cuerpo. Casi siempre aparecen primero en los dedos de las manos, pero a él, al sobrino, le salían en todo el cuerpo y algunos se le inflamaban y se le ponían grandotes, sobre todo en las rodillas y en los codos.

En una clínica se los estaban sacando de a tres por cada sesión, pero eso era muy costoso, y además le seguían saliendo otros en otras partes del cuerpo, o le volvían a salir en el mismo sitio.
Pasaban los meses y sus padres se desesperaban, el niño casi no iba a la escuela por que los muchachos le echaban mucha broma por la gran cantidad de chichotes.

Pero un día, cuando la del cuento venía en una buseta con el niño, una compañera de viaje le contó que en un pueblito de la península llamado Maquigua, había un curandero que quitaba los cadillos, que él hacía que se le cayeran solos y que no le volvían a salir.

Mi amiga habló con su hermana, aquella enfermedad tenía consternada a toda la familia, y a los tres días estaban en la casa del curandero al que llamaban Roco.

Roco era un señor normal, sembrador de yuca, auyamas y cambures, y cuidador de chivos.
Cuando miró al niño, en seguida les dijo:
- No se preocupen, yo lo curaré.
Y en seguida preguntó:
- ¿Cuántos cadillos tiene?, deben ser exactos en ese número.
Ya nosotros sabíamos que iba a hacer esa pregunta, así que le habíamos contado la mínima manchita.
Nosotros contestamos: -veintisiete.

El señor se metió a su cuarto y trajo un pañito de tela blanca y unas tijeras. Y le indicó al niño:
-Hijo, vaya allá afuera y traiga una hoja de hierba.

El niño regresó con una ramita y el señor prosiguió:
Bueno, comience a cortar la ramita en trocitos y las va poniendo sobre este trapito y los va contando hasta tener 27 trocitos.

El niño terminó de cortar la ramita y no llegó a veintisiete trocitos y el señor le indicó que saliera por otra.
Después de tener los veintisiete trozos, el señor le dijo:
Envuélvalas en el trapo y me las da, y el niño así lo hizo.
El señor tomó el trapo con las dos manos y se lo llevó a su cuarto. Al poco rato regresó y dijo:
- Estamos listos, dentro de 7 días se le comenzarán a caer los cadillos.
- ¿Y cuánto le debemos?
- No nada, yo les debo las gracias por haber venido a visitarme.

A los siete días, los cadillos se le comenzaron a caer, sin echar sangre y sin dejarle ni una mancha.
Le desaparecieron todos y no le han vuelto a salir.

Semanas después, la familia completa fue a visitar a Roco y le llevaron dos auyamas grandotas de regalo. Él se contentó mucho por la visita.

Fuente:
http://desdeeltocuyodelacosta.blogspot.com/2010_04_01_archive.html
 

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